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La vida del Profeta Muhammad


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Resumen del tema
Dar al musulmán una pequeña idea de la grandeza del hombre que debe ser su ejemplo en la creencia, en su práctica de la religión y en su diario vivir– Citar la paciencia y los sacrificios que hizo el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, para predicar el Islam – Insistir en el deber que tenemos de amarlo y seguirlo como Al-lah y él ordenaron.

Primer Jutba

Alabado sea Al-lah, Quien colma de bendiciones a Sus siervos y aparta de ellos muchas de las desgracias por Su misericordia. Lo alabamos como corresponde a la majestuosidad de Su rostro y la grandiosidad de Su poderío. Atestiguo que nada ni nadie merece adoración sino Al-lah, Único, sin asociados. Sus promesas son inalterables, cuando Él decide algo nadie lo puede impedir, y Él es rápido en ajustar cuentas. Alabado sea Al-lah Quien envió al último de los Mensajeros y Profetas, Muhammad, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, como misericordia para todos los seres humanos. Atestiguo que Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, es Su siervo y Mensajero, el líder de los creyentes, el ejemplo de los justos y el mejor de los educadores. ¡Al-lah! Bendice a Muhammad, a su familia, a sus Compañeros y a todos los que sigan su guía hasta el Día del Juicio Final.

Hermanos, el tema de hoy será una breve mirada a la biografía del mejor hombre que pisó la faz de la tierra. Repasaremos algo de la vida del mejor líder que ha tenido la nación islámica. Hablaremos, pues, de Muhammad, hijo de ‘Abdul-lah, hijo de ‘Abdulmuttalib Al Hashimí Al Qurashí, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam. Al-lah lo elogió en el Corán y enumeró sus virtudes. Al-lah dijo en la Sura “La Misericordia”: {Ciertamente se os ha presentado un Mensajero de entre vosotros que se apena por vuestras adversidades, se preocupa y desea que alcancéis el bien [e ingreséis al Paraíso]; es compasivo y misericordioso con los creyentes.} [Corán 9:128], y en la Sura “La Familia de ‘Imran” lo mencionó como parte de Su gracia sobre nosotros: {Al-lah ha agraciado a los creyentes enviándoles un Mensajero de entre ellos que les recita Sus preceptos, los purifica y les enseña el Libro y la sabiduría [la Sunna], antes se encontraban en un extravío evidente.} [Corán 3:164] Además, dijo que es una misericordia de Su parte: {Y no te enviamos [¡Oh, Muhammad!] sino como misericordia para los mundos.} [Corán 21:107], y agregó: {Y hemos elevado tu reputación [hasta ser mencionado junto con Al-lah en el Testimonio de Fe].} [Corán 94:4]

Otra muestra de la grandeza del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, es el elogio que proviene de sus Compañeros, los Sahaba, que Al-lah esté complacido con ellos. Tenemos como ejemplo el testimonio de Yabir ibn Samura, que Al-lah esté complacido con él, quien dijo: “Vi al Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, en una noche de luna llena, luminosa, él vestía una capa roja. Al compararlo con la luna, encontré que su apariencia era mejor que la de la luna”.

Además de los elogios de los Sahaba, también Al-lah lo exaltó en el Corán con los atributos más nobles, en la Sura “El Desengaño” dijo: {Ciertamente eres de una naturaleza y moral grandiosa.} [Corán 68:4] También, podemos encontrar testimonio de estas grandes virtudes entre la gente más veraz: su esposa ‘Aishah, que Al-lah esté complacido con ella, respondió cuando se le preguntó por el comportamiento de su esposo, el Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam: “Su moral y comportamiento era el Corán”. Esto quiere decir, hermanos y hermanas, que todos y cada uno de sus actos se ajustaban a los mandatos del Corán.

Llegaron a tal elevación sus modales y moral que nunca golpeó a nadie en su vida. Su esposa ‘Aishah, que Al-lah esté complacido con ella, dio testimonio de ello cuando dijo: “Nunca golpeó a nadie con su mano, excepto que haya estado combatiendo por la causa de Al-lah. Nunca golpeó su mano a un sirviente ni a una mujer”.

Dijo Ibn ‘Abbas, que Al-lah esté complacido con él: “El Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, era la persona que más se esforzaba por hacer buenas obras”.

Era un hombre noble y amable, pero a la vez fuerte y no dudaba en defender la causa del Islam, su valor era ejemplar y sorprendente. En el día de Hunain, cuando las tropas musulmanas se desbandaban, él se dirigió al grueso de las líneas enemigas gritando: “Yo soy el Profeta y no miento, soy el hijo de ‘Abdulmuttalib”, y se dijo que ese día fue el más valiente sobre el campo de batalla.

Su valor inspiró a muchos musulmanes a seguirlo en las batallas, pero también su amabilidad ayudó a que el Islam se difundiera rápidamente. Él sentía una gran misericordia por esta su nación y esto siempre lo motivó a facilitar las cosas para que se pudieran aplicar sin problema. Como prueba de lo anterior, tenemos el relato en el que su esposa ‘Aishah, que Al-lah esté complacido con ella, dijo: “Cuando se le daba a elegir entre dos asuntos al Mensajero de Al-lah, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, él siempre elegía el más fácil”. Otra evidencia contundente es que por temor de dificultar las cosas a su gente no les hizo obligatorio el uso del Siwak (rama del árbol Arak que se usaba como cepillo de dientes) para cada rezo, dijo: “Si no fuese por temor a dificultarle las cosas a mi nación, les impondría el cepillarse los dientes para cada ablución con el Siwak”.

También, se relata que abandonó la práctica del rezo nocturno en grupo por temor a que se impusiera como obligación. Era tanta su misericordia por su gente, que si oía el llanto de un bebé mientras dirigía el rezo, lo hacía más breve y omitía algunas partes no obligatorias.

Deseaba tanto el bien para la gente que incluso cuando lo desmintieron, rechazaron su prédica, lo insultaron y apedrearon en Taif, no buscó venganza. En ese episodio, el ángel Yibril (Gabriel), la paz de Al-lah sea con él, se le acercó mientras caminaba y le dijo: “Tu Señor Oyó lo que tu pueblo te respondió y ha puesto a tu disposición al ángel de las montañas para que le mandes lo que desees que haga con ellos”. Es decir, que si le ordenaba que alzara las montañas y las arrojara para aplastarlos y acabar con ellos de una sola vez, el ángel le obedecería; pero el Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, respondió: “No. Más bien, tengo la esperanza de que Al-lah haga salir de su descendencia a quien lo adore y no lo asocie con nada ni nadie”.

Era tan humilde que montaba en un burro y dejaba que fueran tras él los niños, visitaba a los enfermos, frotaba las cabezas de los huérfanos, solía aceptar las invitaciones de los pobres y se sentaba donde había espacio al llegar, asistía en lo posible a las viudas y demás necesitados. Era tan sencillo que ‘Aishah, que Al-lah esté complacido con ella, nos relató: “En su casa hacía oficio para asistir a sus esposas: él mismo se lavaba su propia ropa y la remendaba, ordeñaba a su oveja, reparaba su calzado. Se atendía a sí mismo, hacía limpieza en su hogar, daba de comer y amarraba su camello, y comía con sus sirvientes; hacía el pan con ellos y cargaba él mismo su mercadería al mercado”.

El Profeta de Al-lah, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, permaneció 23 años perseverando y luchando por la causa de Al-lah y por ustedes, hermanos; se esforzaba en la prédica y en comunicar el mensaje. Por guiar a todos los musulmanes fue que emigró fuera de la Meca, y al salir de sus recintos dijo: “¡Por Al-lah que eres la tierra más querida para mí! ¡Si no fuera que me hace salir tu gente, no saldría nunca de aquí!”

Cuando fue a At-Taif tratando de cambiar de ambiente para tener más éxito en su prédica, los habitantes de esta ciudad le respondieron enviándole a sus hijos para que lo apedrearan hasta que la sangre corrió por sus pies; y cuando quiso volver a la Meca estando maltrecho y apesadumbrado, los quraishíes lo rechazaron y trataron de impedirle la entrada a la ciudad, el único que le dio protección fue Al Yubair ibn Mut’im, que le permitió entrar. Aun así, lo agredieron físicamente, lo apedrearon de nuevo provocando que sus dientes delanteros se partieran y le abrieron heridas en la cara. Por eso y por más, debemos siempre decir “que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él” cuando escuchemos su mención.

Le pido a Dios perdón por nuestras faltas. Háganlo ustedes también.

Segundo Jutba

Siguiendo con la historia del Mensajero de Al-lah, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, él tuvo que salir de la Meca a Medina para continuar con la divulgación del Mensaje de su Señor, y estableció allí el primer Estado Islámico sobre las bases del monoteísmo, el amor al prójimo, la fraternidad, el socorro al oprimido, las leyes justas y la asistencia al débil y al necesitado.

Quraish combatió en su contra en varias batallas, triunfó en algunas y murieron como mártires algunos de sus mejores Sahaba (Compañeros), que Al-lah esté complacido con ellos; sin embargo, Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, nunca perdió la fe en Su Señor, y finalmente sus esfuerzos fueron coronados con la liberación de la Meca. Un hecho significativo de la liberación de la Meca es que cuando sus habitantes escucharon que el Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, había ganado la batalla, se asustaron, pues pensaron en las agresiones que habían cometido contra él y que tomaría venganza; sin embargo, la entrada a la Meca fue totalmente pacífica. Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, ordenó a los Sahaba que no hirieran ni maltrataran a nadie, un hecho poco común en esa época y que significó que muchas personas se convirtieran al Islam. Después, el Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, empezó a mandar expediciones de divulgación y de defensa, logró gobernar toda la Península Arábiga con paz y seguridad.

Después que Al-lah perfeccionó y completó esta religión, y que el Mensajero de Al-lah cumpliera con su misión a cabalidad, Al-lah, Altísimo y Todopoderoso, reveló la Sura “El Socorro” que dice: {En el nombre de Al-lah, Clemente, Misericordioso.

[¡Oh, Muhammad!] Cuando llegue el socorro de Al-lah y la victoria [la conquista de la Meca]

Y veas a los hombres ingresar en tropeles en la religión de Al-lah,

Glorifica y alaba a tu Señor por ello, y pide Su perdón; por cierto que Él es Indulgente.} [Corán 110:1-3]

Con esto le indicaba sutilmente la cercanía de su muerte, y le indicaba que la alabanza a Al-lah en el momento de la victoria y el poder era una señal de humildad y sometimiento a Al-lah.

El Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, le indicó a sus Sahaba, que Al-lah esté complacido con ellos, la cercanía de su hora y la inminencia de su partida. Estando en el peregrinaje de la Despedida (Hiyyat ul Wada’) hizo un Jutba ante todos y se despidió sutilmente de ellos, les dijo de forma reveladora: “Tal vez no nos veamos el próximo año”, según nos relata Muslim en su Sahih.

¡Hermanos y hermanas en el Islam! Cuando le llegó la hora de la muerte al Mensajero de Al-lah, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, le vino un fuerte dolor de cabeza que fue intensificándose, y luego una fiebre muy alta que hacía temblar su cuerpo. Relató Abu Sa’id Al Judri, que Al-lah esté complacido con él: “Salió el Enviado de Al-lah cuando sufría la enfermedad de la cual murió, y tenía la cabeza cubierta por un paño amarrado. Se paró en el Minbar (púlpito) y dijo: ‘En verdad que a un siervo de Al-lah se le mostró la vida mundana y sus placeres, pero él eligió lo que hay junto a Al-lah’. Y nadie se dio cuenta de lo que les estaba diciendo, sólo Abu Baker”.

Cuando se hizo evidente la enfermedad del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, pidió permiso a sus esposas para ser atendido en los aposentos de ‘Aishah, que Al-lah esté complacido con ella, y esa es una muestra de su gran moral, sus modales y su ternura. Salió de la casa de Maimuna, que Al-lah esté complacido con ella, apoyado en Al Fadl ibn Al ‘Abbas y ‘Ali ibn Abi Talib, que Al-lah esté complacido con ellos, pues no podía caminar solo.

Y la hija del Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, Fátima, que Al-lah esté complacido con ella, quien era la luz de sus ojos, decía: “¡Qué padecimiento, padre mío!” Y él, que la paz y bendiciones de Al-lah sean con él, le respondía: “Tu padre ya no sufrirá padecimiento alguno después de hoy”. [Bujari] Estas palabras se consideran un consuelo para los que sufrían al verlo en ese estado de entre sus familiares cercanos.

La dolencia se hizo fuerte en el cuerpo del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, tanto así, que lo mantuvo postrado en cama y sin salir. Sin embargo, su preocupación por la gente, el cumplimiento de las órdenes de Al-lah y la oración se mantenían.

Otro de sus consejos finales, pronunciados con suma dificultad en sus horas extremas, es lo que relató Anas ibn Malik, que Al-lah esté complacido con él, sobre la recomendación final y general del Mensajero de Al-lah, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam: “El rezo, el rezo y el buen trato hacia los sirvientes”, que lo pronunciaba con voz ronca y extrema dificultad.

Una última mirada del gran amor y respeto que sentían los Sahaba, que Al-lah esté complacido con todos ellos, por el Profeta Muhammad, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, nos la da Anas ibn Malik, que Al-lah esté complacido con él, cuando nos dice: “…hasta que llegó el día lunes, y estando en las filas (los Sahaba, que Al-lah esté complacido con ellos) durante el rezo, de pronto vimos que el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, abrió su cortina y su figura surgió desde sus aposentos en pie y mirándonos. Su rostro era como el papel del Corán (en su belleza y luminosidad) y pronto nos sonrió y empezó a reír. Casi armamos una confusión por el júbilo de ver al Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam. Abu Baker, que Al-lah esté complacido con él, hizo el intento de retroceder para rezar entre nosotros nuevamente, pero el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, le indicó que continuáramos con el rezo y volvió a correr la cortina”.

Esa fue la última vez que se le vio aparecer en público, pues poco después ese mismo día falleció.

Pidan bendiciones por el Profeta Muhammad, tal como Dios se los ordena: {Ciertamente Al-lah y Sus Ángeles bendicen al Profeta. ¡Oh, creyentes! Pidan bendiciones y paz por él.} [Corán 33:56]

¡Oh Al-lah! Me refugio en Ti de desviarme o ser desviado, de equivocarme o de que me precipite en el error, de oprimir y ser oprimido, de ser ignorante o que sean ignorantes conmigo.

¡Oh Al-lah! Tú eres el Soberano, no existe dios excepto Tú. Tú eres mi Señor y yo soy Tu siervo. He sido injusto con mi alma, reconozco mis pecados, perdona todas mis culpas y mis faltas, porque nadie perdona los pecados sino Tú. Guíame hacia los mejores modales, nadie guía a ellos sino Tú. Aleja de mí las malas obras, no las aleja nadie sino Tú.

¡Oh Al-lah! Perdóname tanto los pecados que cometí como lo que dejé de hacer, y aquellos que haya cometido en secreto y públicamente, y lo que haya malgastado, como también aquellas cosas que Tú bien sabes de mí.